En 1959, un explorador aficionado, de nombre Humberto Gómez, guía de turistas de la zona arqueológica de Chichén Itzá encontró, durante un recorrido de dos horas por un pasaje inexplorado, los secretos que la gruta de Balankanché había guardado silenciosamente 800 años antes. Esta gruta se encuentra a sólo 6 km de Chichén Itzá.
El Dr. Wyllys Andrews de la National Geographic se encargó de inspeccionar lo sucedido quedando vivamente impresionado por el espectáculo; del techo cientos de estalactitas destilaban gotas de agua que al ser tocadas por la luz lanzaban destellos.
Al centro de la bóveda, se encontró una imponente estalactita unida al piso, que semejaba el tronco de un robusto árbol en cuya base pudo admirar innumerables piezas ceremoniales de gran valor arqueológico.
Varios años después de la explorada, la gruta se abrió al público para ser admirada su belleza natural y el misterio de todos los objetos ceremoniales conserados en el mismo sitio de su hallazgo.
Hoy Balankanché es digna de ser visitada por su importancia arqueológica, con el respeto que merece un lugar sagrado de los mayas. En el sitio se ofrecen actualmente visitas guiadas con efectos de luz y sonido así como un jardín botánico, museo, cafetería y estacionamiento.
Ven y revive las emociones de los primeros exploradores. ¡Ven a que la gruta te cuente su historia!