Aunque no tiene las mismas dimensiones y magnitud que en Chichén Itzá, el juego de pelota como elemento característico mesoamericano también se repite en Uxmal.
Este juego siempre estuvo relacionado con aspectos míticos y cósmicos. La pelota reproducía los movimientos de los astros en el cielo y los contrincantes, en repetidas ocasiones, escenificaban simbólicamente la lucha del día contra la noche o la pugna de las deidades del inframundo contra los dioses del cielo.
El Juego de Pelota de Uxmal está al salir del Cuadrángulo de las Monjas, por el gran arco del templo del sur, a unos 20 metros de distancia. A diferencia de otras ciudades mayas, en Uxmal el campo de juego no es monumental ni está rodeado de templos que resalten su importancia simbólica. Sus muros, de medianas dimensiones, tampoco conservan muchos restos de los templetes a los que sostenían. Los originales anillos de piedra labrada, retirados para protegerlos de la intemperie, se sustituyeron por reproducciones. En su forma se observa la diferencia con los anillos de Chichón Itzá, que son mucho más robustos, labrados y simétricos.
En uno de ellos se identifican signos calendáricos que revelan la fecha de construcción de la estructura: el año 906, época en la que comenzó la decadencia de la ciudad, que acabó por perderse en el olvido.
La forma más común de jugar era formar dos equipos que se distribuían cada uno en una mitad de la cancha, a semejanza del vólibol. El primer servicio se hacía con la mano, desde el fondo de la cancha y después la pelota de caucho se impulsaba con la cadera o los codos. Sólo se permitía un bote y se marcaba un tanto cuando los contrincantes no contestaban el saque y la pelota golpeaba contra los muros del fondo de la cancha o bien pegaba en los marcadores.