También conocido como Tumba del Gran Sacerdote, esta estructura, que mide más de 10 metros de alto, se compone de nueve cuerpos escalonados y es muy semejante al Castillo, al grado de parecer una réplica, con la diferencia de tener menos altura y que en el menor de sus cuerpos hay un friso recubierto de relieves mitológicos decorado en sus esquinas con la efigie nariguda del dios Chaac. Originalmente, formó parte de un complejo monumental que comunicaba con el Cenote Xtoloc. En la entrada se encontraron siete tumbas con vasijas de barro y ofrendas.
Un detalle interesante es que en el piso del templo superior, hay una abertura ya clausurada que servía de entrada a una profunda escalera que permitía llegar al nivel inferior del edificio y luego se internaba por un túnel natural que avanzaba kilómetros bajo tierra. Los nativos participantes en las primeras exploraciones aseguran que el largo pasadizo puede medir más de 20 kilómetros y que desemboca en otra ciudad maya cercana, probablemente Yaxuná. Según la tradición, este túnel o caverna, "representa el ubral entre el mundo de los muertos y el paraíso".