En lo más profundo de la selva del mayab había un reino maravilloso. El príncipe de ese reino se llamaba Chacdziedzib, que quiere decir “pájaro cardenal” y estaba enamorado con locura de la hija del guardián del Cenote Sagrado, Nicté – Há, que quiere decir “Flor de Loto”.
Chacdziebdzib, el de la túnica roja, era querido y venerado por su pueblo porque era un guerrero valiente y gallardo que nunca fallaba con las flechas de su arco.
Antes del amanecer, el príncipe buscaba a su amada en las orillas del Cenote Sagrado, y el aire se colmaba con sus palabras de amor a Nicté – Ha cuando la aurora rompía el cielo con sus rayos de luz.
Un día el Gran Sacerdote, convencido que Chacdziedzib debía casarse con una hija de reyes, se opuso a sus amores con Nicté – Ha y convocó a los grandes señores, quienes decidieron que la hija del guardián del Cenote Sagrado, debía morir.
El bufón de la corte había oído todo y, lleno de temor, se lo contó al príncipe, quien ordenó a su mejor guerrero ir en busca de la princesa y traerla al Palacio Real, donde la tomaría por esposa.
El noble guerrero salió a cumplir su misión, pero en la negra oscuridad de la noche unas manos asesinas le quitaron la vida y arrojaron su cuerpo a la espesura. El bufón volvió a verlo todo. Cuando el príncipe del manto rojo se enteró de lo sucedido, tomó su arco y se dirigió al Cenote Sagrado en busca de su amada. Esa noche de luna veló su sueño bajo las ceibas.
Cuando al amanecer Nicté – Há fue a mirarse en las aguas quietas del Cenote, el príncipe se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos. La amaba con todas sus fuerzas.
Pero de las sombras Salió una flecha que atravesó el pecho de la doncella. Su cuerpo frágil y sin vida cayó y se hundió en las aguas del Cenote Sagrado, la morada de los dioses.
El príncipe vió desaparecer el cuerpo de su amada. Sólo el vestido de Nicté – Há quedó flotando en las tranquilas aguas del Cenote. Su dolor era profundo. Bañado en lágrimas rogó a los dioses piedad y compasión. Fue tanto su dolor, que el corazón se le hizo pedazos y cayó agonizante al borde del Cenote Sagrado, sobre un charco de sangre.
Los dioses le escucharon y enviaron al Señor de las Aguas y al Señor de los Pájaros.
El Señor de las Aguas bajó a lo profundo del Cenote y convirtió el cuerpo inerte de Nicté-Há en un hermoso loto.
El Señor de los Pájaros poso sus manos sobre el corazón del príncipe y lo convirtió en un hermoso pájaro cardenal, siempre sediento de amor.
Desde entonces, cuando despunta el alba, un pájaro rojo baja hasta el Cenote Sagrado para cantar con trinos de amor sobre los abiertos cálices de los lotos.